Provocador, frívolo, mordaz, brillante, a veces irritante y siempre audaz e inteligente, Warhol fue el auténtico gurú del Pop, el Papa -como el mismo ironizaba- de una corriente que explotó hasta sus últimas consecuencias y de la que funcionó como símbolo y mascarón de proa, abarcando todas sus posibilidades expresivas y utilizando todos los medios y técnicas a su alcance.



De sus factorías, como llamaba sin pudor a sus talleres, subrayando explícitamente la génesis industrial y el fin comercial de sus obras, salieron durante más de treinta años las imágenes y los objetos más conocidos del pop art : sus botes de sopas Campbell, sus iconos de Marylin, sus cocacolas, sus revólveres, sus Maos, etc. Cultivó su propia imagen con la misma mercadotécnica publicitaria que su obra. Fue a su modo un dadá, salvo que sin el espíritu crítico y subversivo de éste, disfrutaba provocando con actos y declaraciones que demuestran su secreta admiración por el último Dalí.



Su filosofía explícita era que el arte comercial es mucho mejor que el arte por el arte. Warhol se esforzó siempre por hacer realidad el principio de que el arte no es más que lo que los espectadores consumen. Imágenes de consumo en serie en las que la firma del autor es ya una marca registrada. Aunque no se puede considerar que Warhol innovara nada del arte y la estética en sentido estricto, su obra no ha dejado de tener repercusiones e importancia en le arte del fin del siglo XX.

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